jueves, 22 de octubre de 2009

El Jardín Secreto







Era cada tarde al salir de sus compromisos laborales, cuando se dedicaba un momento para el. Gustaba de salir a pasear para reflexionar sobre su vida y encontrar sosiego de las preocupaciones cotidianas. Sus pies le llevaban un día por una amplia vía y otros por senderos más abruptos. Pero casi sin darse cuenta, cada vez más a menudo repetía su paseo por aquel camino tranquilo que transcurría hacia una playa poco transitada, donde se sentaba a la orilla a meditar, viendo las puestas de sol.


Una tarde y como suelen suceder todas estas cosas, por casualidad, observó tras un arbusto por el que había pasado muchas tardes, lo que parecía un sendero oculto. El sendero pasaba desapercibido, ya que se notaba que hacia mucho tiempo que nadie paseaba por el. Las zarzas espinosas y plantas de enredaderas hacían difícil adentrarse por el. Pero quizás esa barrera natural que lo hacía inaccesible, al mismo tiempo lo hacia interesante para él. Aquella tarde logro adentrarse solo unos metros y regreso a su morada con la intención de que los arañazos producidos por las plantas salvajes no serían para él obstáculo alguno. Al día siguiente logro avanzar unos metros mas, y asi, tarde tras tarde, volvía ya con la intención de lograr atravesar aquella muralla natural.

Una tarde, al apartar un rosal silvestre, vio que tras el, ya no había más obstáculos, sino un camino que conducía a una empalizada de madera. Empezó a caminar alrededor de la valla buscando una puerta, pero regreso tarde a casa sin haberla encontrado. Durante meses, su paseo se convirtió en una especie de rompecabezas, buscando con pasar al otro lado de la empalizada y ver que protegía esta misma. Pasaron los días y las noches llegaban antes, aun así, seguía caminando junto a aquel obstáculo de madera, tratando de averiguar que habría en el otro lado.

Cuando ya pensaba en desistir de aquel empeño, vio como un pequeño haz de luz salía entre dos tablones, empujo y uno de estos tablones cedió, dándole paso suficiente para llegar al otro lado. Lo que allí encontró fue un jardín abandonado, que tiempo atrás, se le antojó debió ser hermoso, pero que las inclemencias del tiempo mas la dejadez de su cuidador, lo habían convertido en un sitio rudo y en el que fácilmente alguien podría hacerse daño, pero que a él le daba cierta seguridad, se sentía feliz y cómodo como en casa.

Cada tarde volvía al jardín secreto, empezó a tener sensaciones extrañas, como que las zarzas del sendero se abrían para que el pasara, cerrándose nuevamente a su paso. Había podado las plantas, había limpiado las fuentes, pintado los bancos y hasta le había dado lustre a aquella vieja mesa de piedra protegida por el quiosco, donde se sentaba complacido viendo los resultados de su labor. Lo que en principio fue un trabajo duro, ahora se había convertido en trabajos de mantenimiento y expresión ornamental, ponía esta piedra aquí, podaba aquel rosal para que sus rosas fuesen sanas y fuertes...

Todo era calma y su jardín secreto le daba lo que necesitaba, cobijo en su hermoso quiosco, la tranquilidad que el sonido de los chorros de agua hacían al salpicar en las fuentes y la alegría de ver crecer sus hermosas rosas. Su jardín, su jardín secreto. De repente, allí sentado en uno de los bancos, le vino esa terrible idea y el mundo se le vino a los pies. No era su jardín. No sabía si tenia propietario o no, pero estaba claro que no era suyo. Había estado olvidado por mucho tiempo, pero eso no significaba que cualquier día alguien lo reclamase como suyo. EL dolor le invadió, sabia que no podria soportar la idea de que otro reclamase lo que él había hecho suyo por derecho, con trabajo, con su sudor. Además algo le decía que el jardín secreto no quería que nadie más lo cuidara. Se enojo consigo mismo, lloró, sus sentimientos eran muchos y mezclados. ¿Que debía hacer? ¿Qué pasaría si alguien reclamase el jardín secreto? Tomó un sorbo de agua fresca, miro su rosal preferido, se sentó bajo la rama que le proporcionaba sombra fresca y meditó: “Ya pasará lo que tenga que pasar, hasta ese día, será su jardín lo cuidaría y disfrutaría de él, y si llegaba ese día en que alguien se lo reclamase, pues ya se preocuparía en su momento.”

22 de Octubre de 2009
Con cariño.

Francisco Javier Arcos Pacheco

viernes, 16 de octubre de 2009

6N?

Como barca en la mar
que encendida en brea muge y zozobra,
me enciendo así yo
con tu recuerdo, con tu mención.
Se me altera el pulso,
la sangre, como a un niño ladrón.
Y mi débil engranaje
golpetea azorado en completa confusión.

No es que a tu paso ardan candiles,
inflama el aire la yesca que es tu sola presencia.

Si tan sólo al pensar
que él encontrará morada entre tus pies,
tiemblo de ira y de celos,
que no se alterará mi condición
al saberte al alcance de sus besos bandoleros,
prendí hogeras que no supe mantener.
Ya no danzo loco al son de los tambores,
porque al fin,
porque al fin te consiguió él,
que tiene un corazón tan guerrero como cruel,
tan infiel.

Que se desencajen las baldosas a mi paso,
que se abran simas.
Que se desplomen las paredes sobre mí,
que en tu regazo supliqué.

Como barca en la mar
que ha roto el timón y al pairo va.
Como barca en la mar
yo ardo por ti custodio que fuí.

Que no piense que obtiene tu favor
por dar tesoros,
que más tarde no podrá recuperar.
Porque el admitirlos son maneras tuyas de confiar.
Confundir y confiar
para golpear después de confiar.
Confundir y confiar
para golpear después.
Confiar.