jueves, 10 de noviembre de 2011

En la Cama


Sus dedos arrugados por el sol y el trabajo en la mar, recuerdan el tacto de la madera de su barca, el dolor de la red cuando los hilos se clavan en sus manos, pero aun recuerdan el tacto de su piel cuando sus manos acariciaban su espalda, tumbada junto a él en la cama.

Sus labios agrietados por la sal, el frío de las duras madrugadas de invierno, el agua casi helada de las olas de poniente al golpear en su frágil embarcación y el paso de los largos tragos de vino cuando no podía echarse a la mar, pero aun recuerda el sabor de sus dulces labios, cuando regresaba a su lado y encontraba la paz, tumbada junto a ella en la cama.
 
Sus brazos que en otro tiempo fueran de acero, trabajados por el bogar de sus remos, hoy son un simple recuerdo recubiertos de piel, un tatuaje marchitado con el paso de los años, difuminado como un cuadro en carbonilla manoseado, pero aun recuerda como la abrazaba por la cintura, en sus juegos y en el amor, cuando yacían tumbados juntos en la cama.

Su vida pasó entre la mar, la pesca y las noches solitarias, ahora una vez pasado sus mejores años, viendo la espuma de las olas bañando la orilla, desde su cama, ve, oye, siente, lleva la mar en sus venas, le entrego su sangre, su sudor y su vida. Pero no está triste, es feliz, porque cada día, allí, recostado en el lecho, recuerda con felicidad, el día en que la tuvo junto a él, en la cama.