Hablado de esas cosas importantes que carecen de importancia
(o visto desde otra perspectiva, de esas cosas sin importancia que en el
momento oportuno se hacen fundamentales) alguien me dijo no hace mucho, que agua que pasa no mueve molino. Bueno, eso dependerá de la fuerza del agua,
porque igual pudiera ser que el agua pase con tanta fuerza que se lleve el
molino entero por delante, mire Ud por donde... en estas divagaciones filosóficas
de cubata y que tanto me gustan, andaba yo enfrascado cuando caí en la cuenta que el edificio en el
que trabajo es un molino y que por allí pasa el agua. A veces pasa poquita,
tranquila y serena. Otras veces un verdadero caudal sonoro e imparable. Son en
esas ocasiones cuando me pierdo mirando por la ventana y disfruto de los pocos
momentos que tengo de tranquilidad, sobrecogido por su fuerza y con ojos hipnotizados
por esa energía imparable y desbocada. Y
es que no hay obstáculo que pueda detener al agua, cuando esta está decidida a
ganar su camino. Lo encontrará y seguirá
adelante, por mas presas y diques que le
pongas en su camino. No podrás detenerla si no quiere que la detengas. Cuando
el agua llega, o te apartas o te dejas arrastrar, pero nadar a contra corriente
es algo que no funciona, porque el agua es más fuerte que tú. Lo mejor, yo creo,
es que si ya te ha alcanzado, hay que seguir a donde te arrastre la corriente,
esperando que sea benevolente y no nos ahogue, hasta lograr alcanzar algún
sitio donde poder sujetarnos. No sé si
eres el agua, o el dique o la rama a la que me agarro, pero sé que estas ahí y
que de lo contrario, acabaría ahogado.
domingo, 17 de marzo de 2013
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